Las batallitas de Jesús Alonso (IV)
(Colaborador de MicroHobby y
autor del libro "Curso de Código Máquina")
 

Hola a todos,

Pregunta un cibernauta sobre el sistema de edición que usábamos. Buena pregunta. Yo escribía los artículos en un Spectrum. ¿De qué otra forma podía ser?. La verdad es que hay que remontarse a aquella época. Estamos hablando de hace más de 15 años, cuando un XT valía 800.000 pelas (¿alguien se acuerda todavía de lo que es un XT?).

Por supuesto, en la redacción había ordenadores Apple. Cómo seguramente sabéis, los equipos Apple se utilizan ampliamente en el sector de artes gráficas, prácticamente es el único sector donde han desbancado a los PCs. Pues bien, hace 15 años la cosa era más o menos igual. Por otro lado, en la editorial tenían montado un sistema propietario (no me acuerdo ahora mismo de la marca), pero se utilizaba fundamentalmente para tareas administrativas, contabilidad, facturación, control de distribución y almacén, etc. Lo cierto es que no había un sistema de edición por ordenador comparable a lo que encontraríamos hoy en día en cualquier editorial.

Los colaboradores, escribíamos los artículos cómo podíamos. Es decir, cada uno se buscaba la vida. Los entregábamos a la editorial... ¡en papel!. Sí, sí, ya sé que no os lo podéis creer, pero era cierto. Los entregábamos en papel. Mi primera impresora era una Star SG10, una matricial de 9 agujas y carro de 8 ½ pulgadas que me costó casi 40.000 pelas (hoy día puedes comprar una laser por ese precio y por lo que eran entonces 40.000 pelas, casi te compras hoy una laser en color). Para no gastar mucha pasta en cinta (la cinta de tela que llevaba la tinta) y tener mejor calidad de impresión, yo me llevaba los artículos a la editorial, al principio en una cassette, luego en un disquette y los imprimía allí. En el caso de los listados, esto era necesario porque se necesitaba una buena calidad de impresión para poder reproducirlos después por fotomecánica.

El artículo en papel, se enviaba a fotocomposición, donde unos esforzados de la tecla lo volvían a teclear. A lo largo de mis casi 4 años allí, Domingo estuvo intentando buscar una forma de poder pasar los artículos en cinta a la imprenta (por ejemplo, conectando un Spectrum por RS232) pero no hubo manera.

Principalmente, chocábamos con la reticencia de los de la imprenta a cambiar sus métodos de trabajo. Estaban acostumbrados a que todo se tecleaba. Lo cierto es que era un desastre, nos costó varios meses convencerles de que INPUT se escribía con "N" aunque fuera antes de "P". Si miráis atentamente los artículos, os daréis cuenta de lo que digo. Por ejemplo, en fotocomposición, el signo de almohadilla "#" se utilizaba para indicar que había que dejar un espacio entre dos palabras, así que un OPEN #4 se convertía en "OPEN                 4" y no había forma de apearles de la moto. "Es que estos de los ordenadores son unos piraos que no hacen más que cosas raras".

Una vez tecleado el artículo, nos imprimían una galerada que había que corregir. Típicamente, cada colaborador corregía sus galeradas, aunque no siempre era así. A continuación, se maquetaba a mano, es decir, cortando y pegando trocitos de papel. Ya sé que hoy en día con los sistemas de autoedición que existen, todo esto tiene que sonar a edad media, pero así es cómo lo hacía todo el mundo. Una vez maquetado (había especialistas en maquetación en la editorial) se volvía a enviar a imprenta donde terminaban de hacer la página.

Antes de imprimir la revista, se volvía a recibir una prueba de maquetación, que aprovechábamos para una última corrección de errores.

Respecto a todo lo que no era texto, se reproducía mediante fotomecánica, un sistema bastante caro, pero el único eficaz. Alguna vez se intentó que compusieran los listados, pero el desastre fue de tal calibre que se abandonó la idea. De la portada, se hacía una prueba exhaustiva de fotomecánica que costaba una pasta. En papel más grueso, se imprimía cada color por separado (cyan, magenta, amarillo y negro), combinaciones dos a dos, los tres colores sin negro, y la combinación de los cuatro. Todo esto iba en un cuadernillo que la imprenta enviaba a la redacción para dar el visto bueno.

Por mi parte, yo utilizaba un Spectrum de 48K. Al que le había cambiado el teclado por un "Saga II Emperor", conectado a un Disciple con unidad de disco de 5 ¼"  y a un monitor de fósforo naranja. Antes de que apareciera el Disciple, utilizaba un Interface 2 con Microdrive.

En cuanto al software, utilizaba un procesador de textos que habíamos hecho entre Primi y yo. Partiendo de un Tasword II, él hizo un gran número de modificaciones a la parte en código máquina y yo reescribí completamente el Basic, añadiendo también algo de código máquina. El resultado era un procesador de textos bastante decente que permitía todo lo que necesitábamos. Por ejemplo, para ahorrar papel y espacio, guardaba una copia de los artículos en papel, pero imprimiendo cuatro páginas por hoja.

En la redacción, las cosas eran parecidas. Desde luego, se utilizaban muchos Spectrum, pero creo que también se usaron otras máquinas. Cuando apareció en el mercado el Amstrad PCW, intentamos usarlo, incluso yo me llevé uno a casa durante algunas semanas, pero no dio los resultados esperados y volví a mi viejo Spectrum.

Recuerdo que había un redactor que era un fiera escribiendo programas en Assembler . No recuerdo ahora su nombre, pero creo que estuvo colaborando con Dinamic en el desarrollo del "Fernando Martín Basket Master". Pues bien, este redactor trabajaba con dos Spectrum interconectados, de forma que escribía el programa en uno, lo ensamblaba y lo transfería al otro para ejecutarlo. Si este último se colgaba, lo reseteaba pero no perdía el código fuente que estaba en el otro.

Una de las máquinas de más éxito que había en la redacción era un duplicador de cintas de alta velocidad. Te copiaba las cuatro pistas a la vez y en menos de 5 minutos. Ni que decir tiene que todos lo utilizábamos para hacer nuestras copias de programas comerciales (para uso propio, claro, no éramos piratas).

Otro de los problemas con que nos enfrentamos fue el de reproducir fotografías de las pantallas de los juegos. La primera opción era grabar el desarrollo del juego en video y fotografiarlo congelando la imagen. El único video que había por aquel entonces que permitiera una congelación perfecta de imagen era el Sony C9 (Betamax) que costaba 250.000 pesetas. Por supuesto, se compró uno para la redacción. Más adelante, Primi preparó un cacharrete de hardware que permitía congelar la pantalla durante el juego (por NMI) e incluso volcarla a una impresora de color. Creo que se publicó en algún número, anticipándonos al "snapshot"  del Disciple y otros dispositivos.

Bueno, con esto creo que ya es bastante batallita por hoy.

Un abrazo a todos. Jesús.

Volver